Sobre la verdad e integridad en la justicia

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Sobre la verdad y la justicia que ha imperado en la historia de la humanidad, existen muchas variantes abordadas desde la filosofía, la política, el derecho, la sociología, la antropología, incluso la religión; pero ¿Qué es la justicia en un mundo percibido como injusto? Y no hablo de una injusticia divina o cósmica; sino de una justicia real, aterrizada en la vida de las personas que en algún punto de su existencia han añorado una verdad real que justifique la injusticia percibida y, sobre todo, que les respete su integridad humana.

Lo absurdo de la existencia no es encontrar un propósito en la vida misma, sino, no encontrar un aliento que motive a alguien a seguir luchando por aquello que considera correcto, aunque para otros no lo sea. El ser humano es movido por fuerzas naturales que habitan en su interior: necesidades, emociones, percepciones; que sencillamente es complejo dirigir por voluntad propia. Para aquellos no existimos, sólo somos robots biológicos controlados por células. Genéticamente provenimos de una naturaleza que nos ha creado a su antojo y puede destruirnos en el mismo momento. Estamos a merced de ella.

Postrado en una lógica natural, el ser humano no hace más que hacer lo que cree que es correcto con lo que únicamente se encuentra al alcance de sus sentidos. Es el resultado innato que poseemos para conocer la verdad, la aptitud innata de la mente para razonar. Pero hay otra lógica más concisa, la reflexiva. A ella sólo se llega partiendo de principios y reglas que nos orillan a pensar y reflexionar más allá de lo que percibimos con los sentidos; buscando las razones en que se fundan los actos. Así, sólo por medio de esta reflexión podemos llegar a la verdad, una verdad construida desde la dialéctica, que se erige sobre reglas y principios que dirijan la discusión para llegar a conclusiones congruentes.

La justicia no la brinda el estado. No la conseguimos de mano propia. La justicia la otorga el mismo ser humano para la otredad sobre el respeto a la integridad humana. Y la manera en cómo podemos conseguir el respeto a la integridad de las personas es mirándonos como iguales; refiriéndome a una igualdad como seres humanos, no como hombres y mujeres, sino como género humano simplemente. 

Las prácticas que pueden ayudarnos a promover el respeto a la dignidad es la inclusión de pensamientos, creencias, ideas, emociones, e incluso, de un lenguaje inclusivo. La democracia como práctica social nos puede ayudar a generar espacios de confianza entre todos; y no hablo de una democracia política (es el único ámbito donde no existe la democracia), hablo de una democracia en tu casa, con tu familia; donde todos los integrantes tengan la misma oportunidad de opinar sobre aquello que les concierne a todos. Involucra a tus hijos de 5 años en las decisiones de la familia y te sorprenderá lo que juntos pueden lograr a posteriori. 

En lo personal, mi mayor utopía es construir una sociedad más solidaria, responsable, empática, democrática, inclusiva. Sueño con darle a la gente herramientas humanas que les ayuden a construir esa utopía. Tal vez no sea hoy, ni mañana, ni en muchos años, pero he decidido empezar con mis hijos; ojalá me ayudes a construir ese mundo empezando también con tus hijos.

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